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dissabte, 20 d’abril del 2013

Las madres de los escritores



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Casi siempre que escucho la palabra «mamá», dicha por alguien más, recuerdo aquella parte de «Bohemian Rhapsody» en la que Freddy Mercury se desgarra confesándole a su madre que mató a un hombre. Y es que no hay relación más importante para una persona —sobre todo para los hombres— que la de una madre con su hijo.

La palabra «mamá» es una de las más antiguas de la raza humana, pues surge de una de las necesidades básicas de supervivencia: la lactancia. Los bebés, al no saber cómo exigir la leche de sus madres, hacen con su boca el movimiento de mamar. Este movimiento se va acompañando de un quejido o grito que produce el sonido «ma». He aquí el porqué de la palabra, su existencia en muchísimos idiomas y todas las derivaciones que tiene en términos relacionados con la lactancia (mama, mamar, amamantar) e incluso con otros vocablos que nos hacen recordar las cosas que Freud decía (amar).
Pero, ¿qué pasa cuando la palabra «madre» traspasa el habla del hijo y sale ya no por la boca sino por la escritura? ¿Qué tanto han influído las madres de algunos escritores en ellos? Bueno, pues aquí se van a enterar de la relación que tenían algunos autores con sus «cabecitas de algodón», muchas veces de forma tierna, pero otras tantas enfermizas.

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Borges y su mamitis

A nadie le debería de extrañar el gran cariño y obsesión que tenía Borges con su madre, y viceversa. Y es que uno se imagina al escritor erudito, solitario y pensativo, pero no piensa en que realmente era una persona muy cálida que vivió con su madre casi toda la vida. Muchos biógrafos resaltan la conexión fuertísima entre Borges y Leonor (su progenitora). Esta relación, nos proponen, era como una especie de matrimonio: viajaban e iban al cine, mientras que ella le compraba la ropa, le hacía de comer y le ayudaba con el atardecer eterno que se apoderaba lentamente de sus ojos. Leonor vivió muchísimos años, nació en 1876 y murió en 1975, mientras que Borges nació en 1899 y murió en 1986. Una vida con mamitis prolongada; ni a Borges le interesaba terminar con una cómoda relación con su madre ni a ella le interesaba cortar el lazo con su hijo.

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Salinger y la inspiración de su ma’
En una parte de The Catcher in the Rye Holden Cauldield dice «Mothers are slightly insane» y vaya que tiene razón. Las madres tienen esa extraña habilidad de perdonar a sus hijos en casi cualquier situación, y también tienen la bondadosa capacidad de hacer todo por ellos con tal de verlos felices. Ambas son habilidades que tan solo los «locos» podrían tener. Pero, al contrario de muchos, Salinger no odiaba la protección de su antecesora ni cuando era niño ni cuando regresó de una de las guerras más terribles. En realidad su madre siempre fue una inspiración para él. En ella están basados casi todos sus personajes que son figura materna (claro, la madre de Holden es la muestra más clara). Y, por supuesto, no hay que olvidar la clásica y única dedicatoria que le hace en The Catcher in the Rye. ¿Será que habrá tenido una tatuaje con su nombre también?


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Fitzgerald y su odio maternal

Por alguna razón, Fitzgerald siempre dijo que detestaba a sus padres. Este odio se volvió explícito desde que era niño todavía: el escritor de El gran Gatsby le dedicó a su madre un cuento en el que la asesinaba. ¿Razones? Se desconocen, pero supongo que existen fuertes motivos para este desprecio.




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Capote y la tristeza de una infancia alejado de mamá

El autor de Breakfast at Tiffany’s y del clasiquísimo estadounidense In Cold Blood ni si quiera puede hablar de su relación con su mamá porque casi no la tuvo. Truman Capote sufrió, como muchos, el divorcio de sus padres a los cuatro años. Su madre se casó con alguien más y le dio vuelo a la hilacha. Pronto se le olvidaron sus deberes del hogar y, mientras ella se iba con su nuevo esposo a pasear, dejaba a Truman encerrado con una niñera en una habitación del hotel donde vivían. Por si fuera poco la señora después se suicidó con una sobredosis de pastillas para dormir, uno de los tantos vicios que tenía. ¡Qué poca madre tenía Truman Capote!, quien también heredó el alcoholismo y la adicción a las drogas.

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Cortázar quería mucho a su madre

El dueño de la uniceja más famosa de la literatura latinoamericana quería mucho a su madre, aunque para él no era una persona «culta», sí muy imaginativa. Él se los explica mejor con sus palabras:
«Mi madre fue muy imaginativa y con una cierta visión del mundo. No era una gente culta pero era incurablemente romántica y me inició en las novelas de viajes. [...] Mi madre leía mala literatura, no era culta pero su imaginación me abría otras puertas. Teníamos un juego: ‘Mirar el cielo y buscar la forma de las nubes e inventar grandes historias’. Esto ocurría en Bánfield. Mis amigos no tenían esa suerte. No tenían madres que mirasen las nubes».
¿Qué tanto crees que influye la figura materna en un escritor? ¿Cuál es tu mamá favorita de la literatura?

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