Hands

diumenge, 23 de juny del 2013

Hace casi cien años nació en el número 6 de la calle de San Bernabé de Madrid una mujer que iba a tener una vida de película. Complicada, larga y apasionante. No era lo previsto. Lo natural hubiera sido que, al nacer en una familia culta y adinerada, Paquita Gorroño hubiera tenido una vida cómoda y apacible. Pero no fue así. Hoy es una pequeña celebridad en la ciudad en la que vive, Rabat, y en la que quiere morir. Dicen las estadísticas que en España residen casi 800.000 marroquíes y en Marruecos menos de 8.000 españoles, es decir, que en principio hay cien veces más marroquíes dispuestos a venirse a España que viceversa. Pero Gorroño no quiere volver al país del que la echó Franco hace 74 años. Esta es la historia de una republicana y laica convencida que terminó trabajando para un príncipe en un país donde la monarquía es sagrada y en el que el rey, además de rey, es papa.
“Todo era de color de rosa. Mi única preocupación era dónde íbamos de vacaciones. En contra de mi madre, que pensaba que estaba loca por querer trabajar, me presenté a las pruebas para Iberia, que iba a abrir la línea Madrid-París y buscaba señoritas que supieran francés. Yo lo hablaba perfectamente porque mis padres me habían enviado a estudiar a París. Habría sido una de las primeras azafatas de aquella línea, pero estalló la Guerra Civil...”.
Gorroño huyó a Valencia y después a Barcelona. “En 1939 entraron las tropas franquistas y salí yo. Con lo puesto. Bien calzada, bien vestida, pero con lo puesto”. En el camino a Francia, en camión con un grupo de hombres, sufrió varios bombardeos. Iban recogiendo heridos, y el trayecto terminó en un campo de concentración, Le Boulou. “Había millares de españoles porque desde aquel campo se distribuían a otros. Los soldados franceses me contaron que les habían dicho que los españoles que venían eran forajidos, comunistas y anarquistas que mataban a diestro y siniestro, pero se encontraron con mujeres, ancianos, niños... Allí no había ni letrinas, y era un jaleo porque los españoles no entendían a los franceses ni los franceses a los españoles. Un día vi una cola larguísima, pregunté para qué era a los españoles y dijeron que allí daban el salvoconducto para salir. Le pregunté a los franceses y dijeron que de allí solo se salía a Marruecos o Argelia y si tenías familiares”.
Identificación de Paquita como secretaria del príncipe.
El marido de Gorroño tenía un tío en Marruecos, así que le escribieron una carta. “Y llegó la respuesta de la tía en telegrama: Oncle decedé (tío ha muerto). El oficial dijo: ‘Con esto van a ir ustedes al entierro’. La única condición que me puso fue que mientras me arreglaban los papeles para salir del campo le ayudara a traducir a los españoles. Así es como llegué a Marruecos”.
Hoy es el país donde quiere morirse, pero entonces era el último lugar al que hubiese querido ir. “Marruecos para mí era una tragedia. Al lado de nuestra casa en Madrid estaba el cuartel del que salían las tropas para Marruecos y veíamos a las madres que se tiraban al suelo y abrazaban a sus hijos para que no se marcharan. La policía las apartaba y era imposible no llorar con ellas. Mi abuelo les decía: ‘A vuestros hijos no los mata Abd el Krim, los mata el Gobierno. Abd el Krim defiende su país”.
En Marruecos, Gorroño se puso a trabajar de niñera y, después, de secretaria en una fábrica de corcho. “Pero vino el armisticio y el mariscal Pétain decretó: ‘La mujer al hogar. Las extranjeras no trabajan”. Ella se las apañó para encadenar un par de trabajos. Hasta que un príncipe llegó a su vida.
Por medio de un amigo, consiguió un trabajo de dactilógrafa dentro del Palacio Real de Rabat. “Al príncipe Hassan lo conocí cuando tenía 14 años. Lo primero que me encargó fue hacer unas invitaciones a máquina para invitar a sus amigos del colegio, ocho en total, a palacio. Mohamed V era muy estricto y en vacaciones le ponía un profesor. A mí me daba lástima. Yo pensaba: ‘Mi hijo, que es un pelagatos, tiene vacaciones y este, que va a ser rey, aquí está trabajando”. Con Hassan II, esta republicana viviría algunas situaciones surrealistas —“en cada tragedia hay siempre algo cómico”— como ir a Tetuán a pasar revista a las tropas franquistas. A Madrid se quedaría sin ir, sin embargo, porque se negó a que en su pasaporte republicano le estamparan un sello franquista. “Hassan comprendió”, asegura. “Cuando vino la independencia tenía que fusionar a los dos ejércitos, el del norte y el del sur, y necesitaba una persona bilingüe. Yo le recordé que era una refugiada política, algo que él siempre supo, y me contestó que no había problema porque su personal no tenía nada que ver con Franco”.
Terminado su trabajo de traductora durante la fusión de los ejércitos, el príncipe Hassan le ofreció ser su secretaria particular. “En palacio todos son espías. De mayor o menor categoría, pero espías. Cuando el príncipe hablaba con alguien había 50 oídos escuchando, sin comprender que él también sabía que le estaban escuchando y decía lo que quería que oyesen”.
Pasados unos años, Gorroño cuenta que el ambiente dejó de gustarle y buscó otro trabajo. “Hay gente que habla muy mal de Hassan y tiene sus motivos. Pero siempre se portó muy bien conmigo. Cuando me despedí de él me dijo: ‘Madame Gorroño, esta será siempre su casa. Cuando necesite algo no tiene nada más que venir’. Solo volví una vez, al cabo de muchos años, porque me querían echar de mi casa. El dueño quería subir el alquiler y fue a un tribunal a decir que necesitaba el piso para un familiar. Llamé a palacio y me identifiqué. A los cinco minutos volvieron a llamarme para decirme que un coche venía a buscarme. Le expliqué la situación y me entendió mal porque al salir de palacio, el hombre que me acompañaba me preguntó: ‘¿Cuánto debe usted?’. ‘¿Deber? Yo no debo nada’, le contesté. ‘El Rey ha dado orden de que se pague lo que debe’, me dijo. Aclaramos el malentendido y cuando llegó el día del juicio, los que me querían echar ni se presentaron”.
En esa modesta vivienda, un segundo piso sin ascensor, Gorroño ha vivido más años de los que tenía cuando huyó de España. Desde hace 12 le acompaña Fátima, la marroquí que la cuida. De su marido se separó —“después tuve muchos pretendientes y dos me pidieron matrimonio, uno francés y otro ruso”— y su hijo hizo vida en Praga. Solo una vez pensó que volvería a España. “Cuando los aliados ganaron la II Guerra Mundial, los exiliados en Rabat salimos a la calle a celebrarlo con banderas republicanas. Estábamos convencidos de que Franco no tardaría en caer. Mi marido y yo incluso nos dimos un viaje por Marruecos, de despedida. Pero Franco no cayó. Luego vino la Transición y seguían los mismos... Así que no vuelvo a España. Me voy a morir sin conocer Ávila, que está a cien kilómetros del sitio en que nací”.
En la televisión solo tiene sintonizados dos canales: Euronews y Russia Today. Pero está perfectamente informada: “Hace poco leí en su periódico que en El Salvador habían metido a 49 mujeres en la cárcel por abortar (...) Me gusta que en Alemania mande una mujer, aunque sea de derechas (...) Esto del safari del Rey... yo creo que fue a cazar elefantes porque no hay bicho más grande y así seguro que no fallaba”.
—¿Y el príncipe Felipe, qué le parece?
—Muy alto.
Gorroño ríe con ganas. Setenta y cuatro años en Marruecos no la han hecho monárquica. Por algo la llamaban, recuerda, “La Pasionaria de Rabat”.

dilluns, 29 d’abril del 2013

Elvira Moya de Guerra Valgañón Primera mujer catedrática de Física Nuclear


Es una pionera de la lucha de las mujeres españolas por demostrar su valía en el mundo de la investigación científica. Corría el año 1983 cuando Elvira Moya se convirtió en la primera mujer que obtuvo una cátedra de Física Nuclear. Para entonces vivía en Badajoz, ciudad en la que trabajó durante tres años para la Universidad de Extremadura, desde 1982. La física continua siendo la pasión de esta científica que intervendrá esta semana en el Aula HOY para hablar de la mítica Madame Curie.
-Usted es una mujer muy importante porque fue la primera catedrática de Física Nuclear.
-Sí y probablemente de Física en general.
-Supongo que se lo recuerdan constantemente.
-No, no me lo recuerdan y yo procuro no acordarme porque así no me acuerdo de los años que tengo ya.
-Pero se convirtió en un indicativo de que las mujer podían lograr todo lo que se propusieran.
-Sí, de hecho mis colegas femeninas me lo han reconocido mucho. Así como tuve una primera época en la que la vida fue bastante dura como mujer en la Física, después el reconocimiento que me han tenido siempre mis colegas femeninas me ha compensado, amén de otras cosas.
-¿Cómo se fue decantando su vocación hacia la Física Nuclear?
-Seguramente por un afán de originalidad que uno tiene cuando es niño y después cuando es adolescente. Es un área que siempre me ha interesado y, en aquella época, si uno quería hacer algo en la vida tenía que ser físico nuclear. Ahora está muy poco apreciado desde el punto de vista social pero, entonces, ser físico nuclear era como el súmmum de todos los científicos porque era un mundo nuevo y la sociedad y los gobiernos tenían mucho interés en desarrollar todo lo que tuviese que ver con las ciencias nucleares. En concreto los físicos nucleares estaban considerados como los más valiosos. Dentro del mundo de la ciencia les tenían un gran respeto y todavía lo tenemos porque, aunque no estemos de moda, aún se nos reconoce una formación muy importante.
-Sin embargo, siguen siendo fundamentales para explicar multitud de fenómenos y nuestra propia vida.
-Sí, tiene cantidad de aplicaciones.
-¿Esperan importantes hallazgos en este campo en los próximos años?
-Los hallazgos siempre se esperan y nunca se sabe cuándo van a venir. La Física Nuclear lleva tantos años de rodaje que no se esperan grandes novedades. Pero siempre aparece una nueva aplicación o fenómeno. Insisto, las investigaciones se hacen buscando una cosa y, a lo mejor, aparece otra que no se esperaba y que es más importante.
-Va a hablar de Madame Curie. Ella sigue siendo el gran personaje para las mujeres científicas.
-Ha sido una inspiración no sólo para los científicos, sino para muchas mujeres que ni siquiera se han dedicado a la ciencia, pero a las que ha inspirado curiosidad y respeto por su buen hacer, porque era una mujer muy entregada a su trabajo y una gran científica. La prueba es que es la única que ha obtenido dos premios Nobel en dos áreas distintas, Química y Física. Pero, amén de una gran científica, era una mujer con unas cualidades humanas muy importantes. Todo eso ha hecho que sea una figura muy atractiva para personas de muy diversas áreas de conocimiento que se han interesado por ella.
-Pagó un alto precio en enfermedad por sus trabajos pioneros.
-Sí. Conozco un refrán que dice que cada uno muere víctima de sus propios ideales. Y este es un buen ejemplo de ello. Ella no podía imaginar que usar los elementos radiactivos en la manera en que ellos lo hacían podía acarrearles esos problemas. Creo que incluso después, cuando se dieron cuenta de que les dañaba la salud, antepusieron el interés científico a cualquier otro interés por su persona física.
-El ambiente social no era en su época el más adecuado, pero sí parece que Madame Curie tuvo el apoyo familiar que las mujeres científicas necesitan.
-Tuvo el gran apoyo de su marido, sin el cual nunca habría podido desarrollar lo que hizo. Fue una mujer excepcional, pero él también era un hombre excepcional. En aquella época no había hombres como Pierre Curie que, primero, no sólo aceptaran que su mujer dedicase todas las horas del día a su trabajo, sino que él mismo dictaba las vías para que pudiese hacerlo.
-Ha dicho que se ha sentido muy reconocida por sus colegas mujeres. ¿Es diferente ese reconocimiento al que le han tributado sus colegas varones?
-Yo no tengo una actitud beligerante en estos terrenos, en relación al feminismo, ni la he tenido nunca. Pero sí puedo decir que, durante muchos años de mi trabajo como científica, los hombres siempre trataron de arrinconarme. De una manera natural, quizá ellos ni siquiera lo hiciesen a propósito. En cambio, cuando he sido mayor ha habido otras mujeres más jóvenes que han venido a decirme que me consideraban un ejemplo y que había conseguido muchas cosas. Y eso jamás me lo ha dicho ningún hombre.
-¿Cual es el campo en el que ha trabajado con más intensidad?
-La Física Nuclear teórica. Sigo en estos temas, una especie de intermedio entre Física Nuclear y Física de Partículas pero decantado hacia la estructura y reacciones de los núcleos, desde un punto de vista teórico pero con vistas a las comprobaciones experimentales.
-La palabra nuclear sigue asustando un poco...
-Sí, asusta mucho. Eso pasa con todas las ciencias que se hacen imprescindibles y famosas en un momento determinado y después producen un rechazo tremendo. El otro día contaba un colega químico en una conferencia que, hoy, decir que algo tiene química es negativo desde el punto de vista coloquial. Y sin embargo, en un determinado momento todo el que se preciaba de ser científico tenía que conocer la Química y las industrias químicas eran las más importantes. Y no es que hayan dejado de serlo, pero la percepción social cambia. Y con la Física Nuclear pasa algo parecido, la percepción social ha pasado de considerarla inasequible a que ahora todo lo que lleva la palabra nuclear esté demonizado. Desde mi punto de vista, lo único que es malo son las bombas y las armas y todo lo demás se ha demostrado ser útil para la humanidad. Ha sido uno de los descubrimientos más revolucionarios y que seguramente, cuando la humanidad esté en un grado de civilización más avanzado, se utilizará más de lo que se utiliza ahora.
-¿Le da miedo el futuro pensando en los recortes que está sufriendo la investigación en nuestro país?
-Miedo, no; me da un poco de pena por la gente joven que está perdiendo oportunidades. También a los que somos de más edad nos han dejado en el barranco esperando a ver si podemos hacer o no podemos hacer las cosas. Miedo, no. El mundo científico en España ha adquirido un punto de desarrollo en el que es difícil que vaya para atrás. Podrá crecer a un ritmo o a otro, pero va a seguir creciendo porque España tiene muy buenos científicos. Eso es lo fundamental a la hora de crear escuela.
-Es un alivio dentro del pesimismo general que hay en el país.
-La comunidad científica española está en un punto en el que es muy difícil que vaya hacia atrás. No hay que pensar que nos están cortando todas las alas. Unos colegas y yo teníamos un proyecto de investigación y lo seguimos teniendo. La Universidad sigue haciendo esfuerzos para contratar a la gente joven valiosa que tienen. Desde luego es así en la universidad en la que yo estoy (Universidad Complutense). A lo mejor, lo que se está haciendo es racionalizar el sistema. Hemos pasado por unos años en los que el dinero no se gastaba muy bien, hay que reconocerlo y corregirlo. Quizá el problema en España, que es lo que más conozco, es que, cuando hay dinero, es excesivo y se gasta mal y cuando hay poco también se recorta mal. Es que, hacer las cosas bien es bastante difícil.

dimarts, 23 d’abril del 2013

Christine de Pisan.La primera mujer europea que tuvo como profesión la escritura

Christine de Pisan, (1364 en Venecia - hacia 1430 en el monasterio de Poissy) Fue la primera mujer europea que tuvo como profesión la escritura. Escribió más de 41 obras durante más de 30 años de carrera. Se casó en 1380 a los 15 años y enviudó a los 25  con tres hijos por lo que tuvo que dedicarse a la escritura para sobrevivir. Sus primeros poemas transmitían la tristeza de su viudedad, y se hicieron populares de inmediato Pero se haría famosa por dos obras en prosa escritas para defender a las mujeres frente a las calumnias que Jean de Meung  había escrito  sobre ellas en el Roman de la Rose :” Epístola al Dios del amor “(1399),  fue escrita para oponerse a las actitudes cortesanas con respecto al amor, y  sobre todo“ La ciudad de las mujeres “(1405),donde  hace una relación de las hazañas heroicas de las mujeres y que es considerada una obra precursora del feminismo contemporáneo. “Me preguntaba cuáles podrían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las mujeres, criticándolas bien de palabra bien en escritos y tratados... Yo, que he nacido mujer, me puse a examinar mi carácter. Me propuse decidir, en conciencia, si el testimonio reunido por tantos varones ilustres podría estar equivocado. Pero, por más que intentaba volver sobre ello, apurando las ideas como quien va mondando una fruta, no podía entender ni admitir como bien fundado el juicio de los hombres sobre la naturaleza y conducta de las mujeres……”Christine de Pisan con esta perspectiva, dio un impulso definitivo a lo que en el Renacimiento se dio en llamar Querella de las mujeres que trata sobre la naturaleza, posición y esencia  de la mujer, determinando el lugar que ésta debía ocupar en la sociedad y la familia. En la Querella, participaron mujeres, pensadoras, intelectuales, que rechazaron las teorías que situaban por cuestiones biológicas a la mujer por debajo del hombre quien suponía la perfección máxima de la Naturaleza. Así rechazaron ideas extendidas en los círculos médicos que aseguraban, por ejemplo, que la mujer no era más que un varón, pero un varón imperfecto.

dissabte, 20 d’abril del 2013

Las madres de los escritores



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Casi siempre que escucho la palabra «mamá», dicha por alguien más, recuerdo aquella parte de «Bohemian Rhapsody» en la que Freddy Mercury se desgarra confesándole a su madre que mató a un hombre. Y es que no hay relación más importante para una persona —sobre todo para los hombres— que la de una madre con su hijo.

La palabra «mamá» es una de las más antiguas de la raza humana, pues surge de una de las necesidades básicas de supervivencia: la lactancia. Los bebés, al no saber cómo exigir la leche de sus madres, hacen con su boca el movimiento de mamar. Este movimiento se va acompañando de un quejido o grito que produce el sonido «ma». He aquí el porqué de la palabra, su existencia en muchísimos idiomas y todas las derivaciones que tiene en términos relacionados con la lactancia (mama, mamar, amamantar) e incluso con otros vocablos que nos hacen recordar las cosas que Freud decía (amar).
Pero, ¿qué pasa cuando la palabra «madre» traspasa el habla del hijo y sale ya no por la boca sino por la escritura? ¿Qué tanto han influído las madres de algunos escritores en ellos? Bueno, pues aquí se van a enterar de la relación que tenían algunos autores con sus «cabecitas de algodón», muchas veces de forma tierna, pero otras tantas enfermizas.

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Borges y su mamitis

A nadie le debería de extrañar el gran cariño y obsesión que tenía Borges con su madre, y viceversa. Y es que uno se imagina al escritor erudito, solitario y pensativo, pero no piensa en que realmente era una persona muy cálida que vivió con su madre casi toda la vida. Muchos biógrafos resaltan la conexión fuertísima entre Borges y Leonor (su progenitora). Esta relación, nos proponen, era como una especie de matrimonio: viajaban e iban al cine, mientras que ella le compraba la ropa, le hacía de comer y le ayudaba con el atardecer eterno que se apoderaba lentamente de sus ojos. Leonor vivió muchísimos años, nació en 1876 y murió en 1975, mientras que Borges nació en 1899 y murió en 1986. Una vida con mamitis prolongada; ni a Borges le interesaba terminar con una cómoda relación con su madre ni a ella le interesaba cortar el lazo con su hijo.

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Salinger y la inspiración de su ma’
En una parte de The Catcher in the Rye Holden Cauldield dice «Mothers are slightly insane» y vaya que tiene razón. Las madres tienen esa extraña habilidad de perdonar a sus hijos en casi cualquier situación, y también tienen la bondadosa capacidad de hacer todo por ellos con tal de verlos felices. Ambas son habilidades que tan solo los «locos» podrían tener. Pero, al contrario de muchos, Salinger no odiaba la protección de su antecesora ni cuando era niño ni cuando regresó de una de las guerras más terribles. En realidad su madre siempre fue una inspiración para él. En ella están basados casi todos sus personajes que son figura materna (claro, la madre de Holden es la muestra más clara). Y, por supuesto, no hay que olvidar la clásica y única dedicatoria que le hace en The Catcher in the Rye. ¿Será que habrá tenido una tatuaje con su nombre también?


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Fitzgerald y su odio maternal

Por alguna razón, Fitzgerald siempre dijo que detestaba a sus padres. Este odio se volvió explícito desde que era niño todavía: el escritor de El gran Gatsby le dedicó a su madre un cuento en el que la asesinaba. ¿Razones? Se desconocen, pero supongo que existen fuertes motivos para este desprecio.




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Capote y la tristeza de una infancia alejado de mamá

El autor de Breakfast at Tiffany’s y del clasiquísimo estadounidense In Cold Blood ni si quiera puede hablar de su relación con su mamá porque casi no la tuvo. Truman Capote sufrió, como muchos, el divorcio de sus padres a los cuatro años. Su madre se casó con alguien más y le dio vuelo a la hilacha. Pronto se le olvidaron sus deberes del hogar y, mientras ella se iba con su nuevo esposo a pasear, dejaba a Truman encerrado con una niñera en una habitación del hotel donde vivían. Por si fuera poco la señora después se suicidó con una sobredosis de pastillas para dormir, uno de los tantos vicios que tenía. ¡Qué poca madre tenía Truman Capote!, quien también heredó el alcoholismo y la adicción a las drogas.

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Cortázar quería mucho a su madre

El dueño de la uniceja más famosa de la literatura latinoamericana quería mucho a su madre, aunque para él no era una persona «culta», sí muy imaginativa. Él se los explica mejor con sus palabras:
«Mi madre fue muy imaginativa y con una cierta visión del mundo. No era una gente culta pero era incurablemente romántica y me inició en las novelas de viajes. [...] Mi madre leía mala literatura, no era culta pero su imaginación me abría otras puertas. Teníamos un juego: ‘Mirar el cielo y buscar la forma de las nubes e inventar grandes historias’. Esto ocurría en Bánfield. Mis amigos no tenían esa suerte. No tenían madres que mirasen las nubes».
¿Qué tanto crees que influye la figura materna en un escritor? ¿Cuál es tu mamá favorita de la literatura?

diumenge, 10 de març del 2013


                                   Usuarias en la sala de lectura de la Biblioteca Nacional. / CARLOS MONTES (BNE)
Hay que tener una gran confianza para sentarse a un escritorio y, en 20 líneas, pedir la luna. Lo nimio —un agente subversivo, bien usado— está minusvalorado. En 1955 Rosa Parks, con su empecinamiento rebelde para no levantarse de su asiento en un autobús de Alabama,dinamitó la segregación racial en Estados Unidos. Un siglo antes, con su carta de 20 líneas, Antonia Gutiérrez Bueno, cuyo nombre nadie recuerda hoy, sepultó para siempre la discriminación de género que laBiblioteca Nacional (BNE) arrastraba desde su fundación en 1713.
Hay que tener mucha seguridad para resistir las coacciones sin levantarse del asiento o para, una mañana o una tarde de enero de 1837, sentarse a escribir al ministro de la Gobernación para reclamar un imposible. Es bien probable que Antonia Gutiérrez Bueno creyese que si no estiraba la mano no tocaría la luna. Porque eso era entonces la Biblioteca Real, un lugar tan inaccesible para las mujeres como la luna, con la pequeña salvedad de días festivos, cuando las damas podían recorrerla en lo que equivaldría a una visita guiada de la época. Se mira, pero no se toca.
Cuando se sentó a escribir su carta, Antonia Gutiérrez (Madrid, 1781-1874) tenía 56 años, un hijo diplomático y dos obras impresas. En 1835 había publicado el primer volumen de un Diccionario histórico y biográfico de mugeres (sic) célebres y antes, en 1832, un librito con artículos que ella había traducido del francés sobre “el cólera-morbo”, donde entre otros tratamientos ensayados en Francia figuraban algunos tan poco delicados como la aplicación de sanguijuelas en el ano. Ambos libros delatan aspectos de su autora: la ambición intelectual y el interés por la salud pública, sin duda un tanto extravagantes a ojos de otras mujeres decimonónicas. Había vivido en París —quizás el Nueva York de la época— hasta la muerte de su marido, Antonio Arnau, y había crecido en una casa con libros, diccionarios y gramáticas en distintas lenguas, tratados científicos y piano. Antonia fue la tercera hija de Mariana Ahoiz y Navarro y Pedro Gutiérrez Bueno, un ilustrado que acabaría siendo boticario mayor del rey y que acostumbró a sus hijas a pensar más allá de los muros domésticos.
“El padre fue un importante hombre de ciencia y Antonia tuvo acceso a una formación no habitual”, señala Gema Hernández, jefa del Museo de la BNE y rastreadora de las huellas de la primera investigadora que puso sus pies en la institución. “Fue amigo de Moratín, que le llamaba Petrus Bonus y que apodó Toinette a Antonia”, añade.
Gema Hernández sospecha —aunque ya nunca podrá confirmar o desmentir su hipótesis— que Antonia Gutiérrez utilizó el Diccionariocomo “excusa” para lograr que le franqueasen la puerta de la biblioteca. Lo cierto es que nunca publicaría los siguientes volúmenes de aquella obra, que firmó con el seudónimo masculino de Eugenio Ortazán y Brunet y que dedicó “al bello sexo”. Como correspondía a un perfecto caballero.
'Diccionario histórico y biográfico de mugeres célebres', de Antonia Gutiérrez Bueno. / BNE
“Siéndole difícil y aun imposible, a causa de sus circunstancias, procurarse los libros que necesita para continuar su obra, la que va recibiendo bastante aceptación del público”, solicitaba la escritora en la carta de 1837 al ministro, “un permiso para concurrir a la Biblioteca Nacional”. La celeridad de la respuesta a su petición no deja de sorprender. Un mes después se había cambiado la historia, tal vez propiciada por la inusual circunstancia de que España estaba gobernada por otra mujer, la reina regente María Cristina, quien ordenó que le autorizasen la entrada y la consulta de libros. A ella y a todas las mujeres deseosas de acceder a un espacio donde, entonces, se custodiaba todo el conocimiento del mundo. “Esta mitad del pueblo tiene todavía en España conventos donde encerrarse y no bibliotecas donde instruirse”, censuró a propósito del veto machista un consejero de la reina, al tiempo que animaba a María Cristina a desterrar “ese precepto bárbaro” y abrir todas las bibliotecas públicas a las mujeres. Y fue entonces cuando el director de la Biblioteca Real, José María Patiño, que había canalizado sin remilgos la petición de Antonia Gutiérrez, se encogió con desagrado y contraatacó con un escrito, dirigido al secretario de Estado de la Gobernación, repleto de pegas (la sala no resultaría suficiente “si llegasen a exceder del número de cinco o seis las mujeres que pretendiesen aprovecharse de este beneficio”) y reproches (en el último año no había recibido “un solo maravedí”).
Una sala de mujeres dispararía los gastos de mobiliario y personal: “Sería preciso comprar mesas, un brasero, escribanías y lo necesario para que las señoras concurrentes estuviesen con la decencia que corresponde”. En definitiva, pide al secretario que “incline el real ánimo de Su Majestad” para que limite la autorización a la solicitante o bien que dote la medida de presupuesto. A la reina no debió gustarle el tono, porque en el siguiente despacho reiteró que admitiesen cuantas mujeres lo solicitasen, “y en el caso de que afortunadamente el número de estas exceda de cinco o seis, lo haga usted presente, manifestando el aumento de gasto que sea indispensable”.
En el expediente que se conserva en el archivo de la biblioteca no figura el histórico día en que Antonia entró finalmente en una biblioteca donde antes que ella había ingresado su obra, se sentó en una sala separada de los lectores masculinos y reclamó todos aquellos libros que siempre había deseado consultar. Después de esa fecha no publicó más que artículos, algunos en defensa del derecho a la educación de las mujeres. Derribó un muro, tocó la luna. En el futuro lo harían otras, como Ángela García Rivas, que hace un siglo se convirtió en la primera bibliotecaria de una casa que aún debió esperar hasta 1990 para ser dirigida por una mujer, Alicia Girón
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dissabte, 2 de març del 2013

Natalie Nougayrède, elegida primera directora de ‘Le Monde’



La periodista afirma que su único credo será mantener “la calidad y la independencia del diario”


Elegante y tímida como un gato. De 46 años. Reportera de Le Monde desde 1996, y antes de Libération. Ganadora del premio Albert Londres en 2005 por sus reportajes sobre Chechenia. Excorresponsal en Moscú y hasta hoy corresponsal diplomática. Ni siquiera sus compañeros de redacción saben decir mucho más sobre Natalie Nougayrède, la nueva directora de Le Monde, que fue elegida este viernes en asamblea por el 79% de los 370 periodistas del mítico vespertino parisiense fundado en 1944.

Nougayrède será la primera mujer que dirige las tres redacciones (digital, papel y suplementos) de Le Monde, en cuyo accionariado también figura PRISA, grupo editor de EL PAÍS. Y sucede en el cargo a Erik Izraelewicz, otro brillante y misterioso periodista, fallecido en la redacción a causa de un infarto fulminante el 27 de noviembre pasado.

La elegida era la única mujer entre los cuatro candidatos que se sometieron hace un mes al filtro de los accionistas principales del diario, Pierre Bergé, Xavier Niel y Matthieu Pigasse. “Asumo ese efecto sorpresa”, dijo Nougayrède poco después de ser avalada por la troika que lleva las riendas financieras y de que esta la propusiera como única aspirante a la todopoderosa Sociedad de Redactores de Le Monde, que tiene la potestad de vetar el nombramiento del director si este no alcanza el 60% de sufragios positivos.

La elección de Nougayrède era esperada, aunque no pocos compañeros recibieron con sorpresa su pretensión. Unos aludían a su inexperiencia en puestos directivos; otros a su carácter, que una redactora define como “solitario” y otro como “hermético”. Pero estos factores parecen haber contado menos que su perfil de periodista de raza, conocida por dar a sus crónicas un tono de libertad e independencia nada sumiso con el poder.

Otro elemento crucial, explican fuentes de la redacción, es la incertidumbre que hubiera supuesto un voto negativo, ya que eso habría reabierto el complejo proceso electoral. Nougayrède presentó su proyecto a la Redacción hace unos días, y el examen fue cualquier cosa menos tranquilo. Las preguntas más críticas incidieron en su decisión de ponerse al frente de “un paquebote” cuando nunca había dirigido “a tres personas”; en su visión de la web, juzgada por algunos como refractaria (“tu conversión digital data del día de tu candidatura”, dijo alguien), y en su capacidad para soportar las presiones de los accionistas.

La aspirante respondió que defenderá a la redacción “con toda la fibra de periodista”, y negó ser “una ingenua” y a la vez tener una “desconfianza contraproducente” hacia los accionistas. “Mi único credo será mantener la calidad y la independencia de Le Monde”, remachó.

Su adjunto será Vincent Giret, actual ‘número dos’ de Libération y exdirector de la redacción de la televisión France24. Especializado en Internet y gestión de equipos, figuraba como adjunto en las listas de dos de los aspirantes rechazados por el consejo, Alain Faujas y Frank Nouchi. El cuarto en liza era Arnaud Leparmentier, excorresponsal en el Elíseo y Bruselas, que según fuentes del diario fue descartado por “demasiado derechista”.

Nougayrède ha sido nombrada para seis años, y afrontará retos comunes a la prensa de calidad y otros específicos de Francia y del diario. Deberá completar la reconversión digital iniciada por su antecesor; convertir el aumento de lectores en la red en nuevos ingresos, y luchar contra la caída de ventas y publicidad de la edición en papel y contra las habituales huelgas de la empresa de distribución.

Su histórico nombramiento –hoy es la segunda mujer al frente de un periódico francés, con la responsable del católico La Croix- no ha frenado los clichés machistas. La nueva patrona del vespertino ha sido bautizada como “la embajadora del charme de la marca Le Monde”

dijous, 28 de febrer del 2013

Cassandras contemporáneas



A continuación publicamos un artículo de Sara Berbel en el que reflexiona sobre el papel de las mujeres en el cine en amplio espectro, desde la situación de la dirección, la conciliación o el rol en los contenidos. La autora acaba de publicar “Directivas y empresarias. Mujeres rompiendo el techo de cristal” por la editorial Aresta, que se presentará el próximo 14 de marzo en Barcelona

Febrero está resultando un mes cinematográfico también para las mujeres. Por primera vez, diversos colectivos internacionales de creadoras se han reunido en la 63º edición de La Berlinale para analizar su papel en la industria y reivindicar su presencia. Los diarios, en el marco de esta noticia, se han aventurado a explorar el rol de las mujeres también en los contenidos de los filmes, y hemos podido leer artículos interesantes y más profundos de lo habitual. En La Vanguardia (30-1-2013), el profesor Jordi Balló se pregunta sobre las nuevas heroínas en las películas y series de culto, así como por sus dificultades para romper el techo de cristal. En el semanario La Directa (22-2-2013), Víctor Alonso alude al test de Bechdel (el test de las mujeres invisibles, lo llama) haciendo un interesante repaso de las mujeres que aparecen en algunas de las películas más premiadas del momento.

Hoy, todavía con la resaca de los Óscars, es más pertinente que nunca preguntarnos por las tres cuestiones que señala el test de Bechdel: ¿Aparecen dos mujeres en las películas premiadas con nombre propio? Hablan entre sí las dos mujeres? ¿Conversan sobre algún tema que no sea un hombre?. Nos tememos que casi ninguna de las películas premiadas aprueba el test.

Es cierto, sin embargo, que poco a poco las situaciones y roles de las protagonistas cambian y encontramos mujeres de gran valía en series como Homeland o incluso en la película “La noche más oscura”, ambas en el entorno de la CIA, en donde su profesionalidad e inteligencia acaban triunfando. No obstante, el precio que pagan es el mismo que el de todas las mujeres que alcanzan puestos de dirección o se acercan a lugares de poder: es decir, no logran compatibilizarlos con la vida privada y al final ésta acaba sucumbiendo. “Parece que para que una mujer triunfe en su trabajo no puede tener amigos, amantes, no puede tener vida social y no puede divertirse. A un director de cine no le llaman como a mi durante un rodaje en una plataforma petrolera para pedir el teléfono del técnico de la lavadora” se lamenta irónicamente Isabel Coixet (El País, 30-1-2013). Por otra parte, los obstáculos del invisible techo de cristal se muestran nítidamente cuando observamos la enorme tenacidad de nuestras heroínas, la dificultad de ser reconocidas, la desesperación por no ser escuchadas ni comprendidas, cual Cassandras contemporáneas, la ansiedad por su soledad en espacios fundamentalmente masculinos.
Tal vez la situación cambie cuando la paridad llegue también a la dirección cinematográfica. Sólo 9 de las 172 películas producidas en 2007 fueron dirigidas por mujeres en España (un escaso 5’2%) según un estudio de la Universidad de Sevilla, y sólo un 12% de mujeres ocupan puestos en los consejos de administración de las grandes empresas de nuestro país. Como afirma la directora Iciar Bollaín, la invisibilidad femenina supone “la marginación de la experiencia vital de la mitad de la población de este planeta”. (El País, 30-1-2013) ¿Puede nuestra sociedad permitirse tal despilfarro de talento?
Sara Berbel es Doctora en Psicología Social por la Universidad de Barcelona y licenciada en Filosofía y Letras (Psicología) por la Universidad Autónoma de Barcelona. En la actualidad compagina su trabajo en la administración pública con la docencia universitaria de tercer ciclo.